Las Desventuras del Topo


Hace algún tiempo atrás yo vivía cerca de un monasterio. Había un viejo monje llamado Oído-torcido quien residía allí pacíficamente, viviendo de la comida que obtenía por mendigar. Cada mañana efectuaba sus rondas en la ciudad cercana, regresando al mediodía con una rica selección de sabrosas comidas –frutas, dulces, arroz, suculentos vegetales y granos de trigo.
Después que tomaba su comida, ponía los remanentes de la comida en un gran cuenco y lo colgaba de un gancho de marfil en su habitación, destinado para los asistentes al templo de la mañana. Sin embargo, tarde por la noche, yo me abría camino hasta la habitación tomando aquella comida, comiendo un poco y tirando otro poco para mis amigos y seguidores.
Oreja-torcida lo intentó todo para detenerme, poniendo la comida más y más alto y moviéndola alrededor de su cuarto, pero de algún modo yo siempre me las arreglaba para tomarla.
Un día un amigo, Nalgas-anchas, otro monje que vivía lejos, lo visitó. Lo recibió con todos los rituales acostumbrados de hospitalidad y los dos se sentaron juntos para hablar. Cayó la noche mientras hablaban y yo me escurrí en su habitación como de costumbre para procurarme algo de comida. Escuchando el ruido que hacía, Oreja-torcida comenzó a golpear un cuenco para espantarme fuera de la habitación.
“¿Qué estás haciendo?” Preguntó Nalgas-anchas. “¿Estás aburrido de mi charla? ¿Por qué haces todo ese ruido? Desde que estuvimos hablando parecías distraído todo el tiempo, contestándome vagamente. ¿Es esta la forma de tratar a un invitado?” Oreja-torcida se disculpó profusamente y dijo, “Perdóname. Un roedor que sigue robándome la comida me está acosando. Parece no haber manera de detenerlo. Golpeo este cuenco intentando atemorizarlo, pero sigue viniendo.”
Oreja-torcida le contó a su amigo que sin importar cuan alto pusiera la comida, igual era robada.
“Interesante sin duda. Creo que debe haber alguna razón de porqué este roedor es tan descarado y capaz. Debe haber acumulado un montón de comida, ya que cuando uno es rico se pone eufórico y aumenta su energía.”
Moraleja: La riqueza motiva a un hombre y lo hace exuberante.
Nalgas-anchas se levantó y buscó mi agujero por toda la habitación. “Todo tiene una razón” dijo. “Escucha el cuento de Sandili y las semillas de sésamo.”