Cuervos y Lechuzas


Hace mucho tiempo vivía en el bosque un cuervo llamado Sombra de Nube. Él era el rey entre los cuervos y ocupaba un gran árbol baniano junto a muchos cientos de sus seguidores.
No lejos de allí, en una profunda cueva, también vivía el rey de las lechuzas llamado Destructor del Enemigo. Sus seguidores también lo rodeaban. Cuando Destructor del Enemigo supo de la presencia de Sombra de Nube y los otros cuervos, les dijo a sus ministros, “¿Cómo podemos tolerar que nuestros enemigos los cuervos residan en esta región? Ataquémoslos a la primer oportunidad.”
Aquella noche, Destructor del Enemigo condujo un contingente de lechuzas al árbol baniano, atacando a los cuervos mientras dormían. Inflingieron una terrible masacre y se retiraron bien satisfechos con su trabajo nocturno.
Cuando se hizo de día, Sombra de Nube reunió a los cuervos que habían sobrevivido a la matanza y dijo, “Sólo vean nuestra desgraciada condición. Cientos de nosotros yacen muertos y muchos otros están heridos, sus picos, alas y pies rotos. Seguro que nos liquidarán.”
Sombra de Nube miró alrededor a sus ministros. “Díganme, ¿Qué estrategia deberíamos adoptar? ¿Negociación, batalla, retirada, o algún otro medio?”
Sombra de Nube tenía cinco ministros y ellos le contestaron en orden de jerarquía, tomando la palabra el menos importante primero. Su nombre era Primero Vive y dijo, “De acuerdo a los texto sobre estrategias, una persona atacada por un enemigo más poderoso tiene dos opciones: rendirse o huir. En este caso, yo sugiero que huyamos.”
El segundo ministro, Vive por Último, luego dijo, “No estoy de acuerdo. En mi opinión, solo necesitamos esfumarnos cuando existe peligro de un ataque. De otra manera, podemos permanecer aquí pacíficamente. ¿Porqué abandonar nuestro hogar?”
Sombra de Nube miró hacia su tercer ministro, Vive Bien, “¿Qué opinas, amigo mío?”
“Las lechuzas son poderosas y serían buenas aliadas. Creo que deberíamos bogar por la paz. Vayamos con ellas y negociemos.”
El cuarto ministro, Vive, no estaba de acuerdo. “¿Cómo puede haber paz con las lechuzas? Ellas nos odian. No se puede confiar en ellas. Es buscarse problemas. En mi opinión, debemos luchar. Hasta un poderoso enemigo puede ser destruido si se lo ataca con una fuerza unida de decididos guerreros.”
Sombra de Nube entonces miró al último de sus ministros, Larga Vida, pidiendo su opinión.
Larga Vida era el más viejo y sabio de todos los cuervos. Hablaba de manera acompasada. “Ninguna de estas sugerencias me gustan. No son apropiadas para la situación actual. Combatir a las lechuzas sería desastroso. Son mucho más poderosas que nosotros. La paz fracasará, ya que ellas simplemente se reirán de nosotros, pensando que somos débiles. Ni tampoco deberíamos huir, en mi opinión, abandonando nuestra querida morada. Existen mejores maneras de lidiar con esto.”
Larga Vida sugirió emplear una estrategia para engañar a las lechuzas. “La honestidad debería ser empleada solo con uno mismo, con los dioses, con los brahmanas de corazón puro y con el maestro de uno. Por lo demás, la deshonestidad es una mejor política. Ser ingenuos con personas embusteras y malvadas conduce a la ruina.”
“¿Qué estas diciendo, Padre?” preguntó Sombra de Nube. “¿Cómo podemos engañar a las lechuzas?”
“Primero debemos encontrar sus puntos débiles. Luego podemos hacer un plan.”
“¿Cómo se puede hacer eso? Cualquier cuervo que se acerque a ellos será matado inmediatamente.”
“Sí. Debemos emplear espías. Los ojos de un rey son sus espías. Sin confiar absolutamente en nadie, él debe tener a sus espías por todos lados.”
“Ya veo” dijo Sombra de Nube. “Dime, Padre, ¿Cómo surgió esta antigua enemistad entre cuervos y lechuzas?”
“Surgió de un estúpido comentario que fue hecho sin siquiera pensarlo, tal como el tonto burro se destruyó a sí mismo debido a su inconciencia.”
“Oh, ¿Cómo ocurrió eso?”
“Ahora escuchen la historia.”