El Noble Ladrón


Una vez un príncipe se hizo muy amigo del hijo de un comerciante y del hijo de un brahmana. Los tres jóvenes pasaban sus días ociosamente, divirtiéndose con distintos juegos y búsquedas amorosas. El príncipe no mostraba ningún interés en sus estudios, nunca practicaba arquería o hipismo ni tampoco se tomaba ningún tiempo para estudiar diplomacia y política.
Un día, después que su real padre lo había regañado severamente por su pereza, el príncipe se sinceró con sus dos amigos. “Mi padre se está enojando cada vez más conmigo. Me arrincona casi todos los días y me ataca con fuertes reprimendas.”
Los otros muchachos simpatizaron con él, diciendo que sus padres también estaban regañándolos por no seguir las profesiones familiares.
“Parece que la vida aquí se está poniendo difícil para todos nosotros” dijo el príncipe. “¿Por qué no pensamos cómo irnos a algún otro lugar donde no seamos tan molestados?”
“Una idea excelente” dijeron los otros dos y empezaron a discutir hacia dónde irían.
“Sin el apoyo de nuestros padres necesitaremos obtener dinero para seguir disfrutando de la vida” dijo el príncipe.
“He escuchado que en Ascensión de Montaña hay muchas gemas” replicó el hijo del brahmana. “Vamos allí.”
Los demás aceptaron y en seguida se dirigieron a la montaña. Quiso el destino que cada uno encontrara una inestimable joya apenas llegaran. Entonces empezaron a discutir cómo vender aquellas joyas en alguna ciudad.
“Estos caminos del bosque son peligrosos” dijo el príncipe. “Hay muchos ladrones por los alrededores.”
“Tengo una idea” dijo el hijo del brahmana. “Traguémonos estas gemas. Entonces podemos viajar pacíficamente y en un par de días las evacuaremos.” Todos aceptaron y en la siguiente comida cada uno puso su gema en un bocado y se la tragaron.
Mientras esto sucedía, había un ladrón en las cercanías que los había estado escuchando. Él también había estado buscando riqueza en la montaña, pero sin éxito. Dándose cuenta que cada uno de ellos poseía un invalorable diamante en sus estómagos, pensó, “Teniendo mala suerte, no pude encontrar ninguna gema, pero ahora parece que mi suerte cambió. Si me hago amigo de estos tres, cuando estén profundamente dormidos puedo abrir sus estómagos y tomar sus gemas.”
Entonces bajó de la montaña y se aproximó a los tres amigos. “¡Oigan, respetables caballeros!” gritó. “¿Puedo viajar con ustedes? Estos caminos están plagados de peligros.”
“Por supuesto”, replicó el príncipe. Los cuatro empezaron entonces su viaje. Después de algún tiempo llegaron a un asentamiento de personas tribales conocidas como Nishadas que vivían en los alrededores del bosque. Al pasar al lado de estos Nishadas, un viejo pájaro que vivía en un aviario que pertenecía al jefe de los Nishadas los vio. Este cacique podía entender el lenguaje de los pájaros, transmitido por llamados y canciones y escuchó al viejo pájaro que decía, “Estos viajeros tienen una gran riqueza con ellos. Están transportando invaluables joyas. ¡Agárrenlos!”
El cacique, sabiendo que el viejo pájaro poseía poderes especiales, inmediatamente hizo lo que indicó y arrestó a los cuatro viajeros. Hizo que sus hombres realizaran una minuciosa búsqueda pero no pudo encontrar ninguna gema.”
“Supongo que pueden marcharse” dijo, preguntándose porqué este pájaro pudo haberse equivocado. Nunca antes se había equivocado.
Pero cuando los cuatro hombres se estaban marchando el pájaro dijo otra vez, “Estos hombres están reteniendo valiosos diamantes.”
El cacique de nuevo los registró laboriosamente pero sin resultado. Entonces les dijo, “Mi pájaro me dice que ustedes tienen gemas. ¿Dónde están? Jamás he sabido que él se equivoque.”
“Honorable señor” contestó el príncipe, “puedes ver por ti mismo que no tenemos nada.”
“Bueno, no estoy seguro. Si el pájaro insiste tanto, entonces pienso que lo tienen en algún lugar. Pueden estar en sus estómagos. Ahora es de noche, pero cuando salga el sol, los abriré y encontraré las gemas.”
El cacique entonces arrojó a los cuatro aterrorizados hombres a una prisión subterránea. Mientras estaban ahí sentados, preguntándose qué hacer, el ladrón comenzó a reflexionar sobre la situación. Sin ninguna duda, el malvado cacique Nishada abriría sus estómagos por la mañana. Si hallaba las gemas que los tres viajeros habían ocultado, también lo abriría a él. El ladrón estaba seguro que moriría. Empezó a pensar que podría hacer. Quizás había alguna forma mediante la cual aun podría ganar algo de la situación. Recordó un proverbio:
Aquel que dona su cuerpo mortal
Para beneficio de la sociedad
De este modo gana una piedad tal
Que su muerte lo lleva a la eternidad
El ladrón pensó que su beneficio yacía en pedir al cacique que lo matara a él primero. “Sin hallar nada en mi estómago” pensó mientras yacía despierto en la mazmorra, “el despiadado Nishada probablemente concluirá que su convencimiento acerca de las gemas era una equivocación. Después de desgarrarme y registrar minuciosamente en mis entrañas, bien podría arrepentirse por haberme matado inútilmente y entonces decidir liberar a los otros.”
El ladrón decidió ponerse delante para el primer examen en la mañana. Por hacerlo así seguramente obtendría una gran virtud por salvar a los otros tres compañeros. Sus pecados de esa vida serían limpiados y alcanzaría un glorioso destino en la próxima vida.
El ladrón pasó la noche absorto en tales pensamientos. Cuando la mañana llegó y el cacique Nishada los hizo salir listo para ser abiertos, el ladrón dijo, “Señor, no puedo soportar ver como les cortan el vientre a mis hermanos. Por favor sé misericordioso y abre mi estómago primero.”
El cacique aceptó misericordiosamente y sus hombres inmediatamente lo abrieron. Luego de no encontrar nada, el cacique comenzó a lamentarse. “Oh, ¿Qué he hecho? Basado en las palabras de un simple pájaro he matado a este hombre sin absolutamente ningún provecho. ¡Qué estúpido! Bien, no aumentaré más mis pecados.”
Entonces ordenó que liberasen a los otros tres y se apresuraron a marcharse, corriendo junto al camino del bosque lo más rápido que podían.
“Así es que un noble enemigo incluso puede hacernos el bien”, dijo Cuidadoso, “pero un tonto amigo es siempre un peligro.
Moraleja: Un sabio enemigo es mejor que un tonto amigo.
Escucha la otra historia que ilustra este punto.”