El Asno que Cantaba


Había una vez un lavandero que tenía un asno llamado Arrogante. Durante todo el día el asno acarreaba pesadas cargas, pero por la noche era libre de vagar por los campos. Una vez mientras estaba pastando, se encontró con un chacal del que se hizo amigo. Una noche decidieron incursionar en un campo cercano de un granjero. Arrogante cargó contra la cerca y la rompió. Entonces corrió hacia adentro y comenzó a atiborrarse con los pepinos que crecían allí, mientras el chacal acabó rápidamente con unas cuantas gallinas de la granja.
Luego que ambos animales comieron hasta llenarse, Arrogante dijo, “¡Qué hermosa noche! La luna está llena y hace que desee cantar. ¿Querrías escucharme dar una interpretación? Tengo una voz muy bella.”
El chacal parecía preocupado. “No estoy seguro, querido amigo. Ten en cuenta el hecho que estamos robando. Hacer un sonido fuerte probablemente no es buena idea. ¿Qué piensas?”
“Ah, tú no tienes corazón. La música es el alimento del alma.”
“Quizás, pero no estoy seguro que tu bramido se halle exactamente en la categoría musical. Es un sonido horroroso que atraerá a los granjeros, quienes luego te golpearán muy fuerte.”
“¡Cómo te atreves! ¿Es que tampoco tienes gusto artístico? Yo sé todo sobre música: las siete notas, las tres escalas, los cuarenta y nueve ritmos, etc. Déjame demostrártelo.”
El chacal se puso muy nervioso. “Bueno, si quieres hacerlo, hazlo. Pero antes, déja quedarme en la abertura de la cerca para poder vigilar.”
El chacal entonces se dirigió a la cerca y Arrogante se preparó para cantar. Sacando el cuello hacia afuera, levantó su cabeza hacia arriba y dejó salir un terrorífico grito que rasgó el aire nocturno.
Cuando los guardias escucharon el tremendo bramido, rechinaron los dientes de ira. Tomando unos pesados palos, corrieron al campo con lo cual vieron al asno. Sin demora le dieron la golpiza de su vida. Luego levantaron un pesado mortero para moler y lo ataron alrededor del cuello de arrogante. “Listo, esto debería mantenerte controlado. Ahora vete de este campo y no regreses.” Los guardias condujeron a Arrogante hacia afuera quien se fue galopando con el pesado mortero tirando su cabeza hacia abajo.
“Te lo advertí” dijo el chacal. “No querías escuchar y ahora has ganado una magnífica medalla por tu canto.”
Porta Rueda sacudió la cabeza tristemente. “Es tan cierto. ¿Por qué no te escuché? No tengo ningún sentido de mi mismo y no escuché a mi amigo, exactamente como Estúpido, el tejedor.”
“¿Quién era ese?” preguntó Buscador de Oro y su amigo contó la historia.