El Destino del Carpintero


Había una vez un carpintero llamado Simple, él era muy experto en su profesión. Fabricaba los muebles más hermosos de la comarca, pero por alguna razón nunca se volvió exitoso. Otros carpinteros, quienes no eran ni remotamente expertos como él, eran ricos y exitosos, pero Simple apenas era capaz de mantener juntos el cuerpo y el alma.
Frustrándose cada vez más, le dijo un día a su esposa, “No puedo entenderlo. ¿Porqué están haciendo tanto dinero estos otros carpinteros? Mi trabajo es mejor y no obstante tengo que luchar todo el tiempo. Creo que debería mudarme de esta ciudad. Quizás mi fortuna pueda cambiar en algún otro lugar.”
“Lo dudo”, contestó su esposa. “Lo que será, será. No importa a dónde vayas.”
“No estoy seguro. El destino no es supremo. Si uno se esfuerza de la manera correcta puede cambiar el destino. Puede ser que la comida venga a la mesa por virtud del destino, pero sin levantar la mano hasta tu boca ¿cómo puedes comer? ¿Acaso los ciervos caminan hacia la boca del león? No, él debe cazarlos y atraparlos.”
Diciendo esto, Simple se decidió a marcharse y a hacer su fortuna. Viajó a Ciudadrica y permaneció allí por un año, durante el cual ganó trescientas piezas de oro. Contento con su triunfo, decidió regresar al hogar.
En el camino de regreso Simple viajó a través de un profundo bosque. Cuando cayó la noche, trepó a un árbol baniano para dormir. Cayó en un sueño y en él vio dos hombres de aspecto feroz discutiendo.
“Obras” dijo el primer hombre, “¿Porqué le has dado a Simple tanto oro? ¿No sabes que él no está destinado a poseer tanta riqueza?”
“Puede ser, Oh Destino” replicó el segundo hombre, “pero estoy obligado a dar a los hombres el resultado de sus trabajos. Es asunto tuyo decidir qué ocurre después.”
Simple se despertó de golpe, casi cayéndose del árbol. Buscó su bolsa de oro que había atado a su cinturón pero descubrió que ya no estaba.
“Oh, ¿Pero qué ha ocurrido?” gritó. “¿Cómo puedo ir a casa ahora? Mi esposa simplemente dirá ‘Te lo dije’.”
Simple entonces regresó a Ciudadrica. Trabajando otro año, hizo quinientas piezas de oro. Una vez más se dirigió a su ciudad natal y llegó al mismo gran árbol baniano donde había visto antes a las dos figuras.
“No perderé mi oro otra vez” pensó. “Esta vez no dormiré.”
Pero al poco tiempo, al caer la noche, el sueño lo superó. Y nuevamente vio en un sueño a los dos feroces hombres discutiendo juntos.
“Obras, lo hiciste de nuevo. Le diste a Simple quinientas piezas de oro, pero él no está destinado a tener absolutamente ninguna riqueza.”
“Entonces cumple con tu trabajo, Destino. Yo he cumplido con el mío.”
De nuevo Simple se despertó de golpe y de nuevo descubrió que su oro se había esfumado.
Lloró de desesperación. “Oh, ¿Qué es esto? ¿Qué sentido tiene la vida sin riqueza? Me mataré.”
Tomó un tramo de enredadera y se estaba preparando para colgarse del árbol baniano cuando escuchó una voz que advirtió. “¡Deténte! Todavía no estás destinado a morir. No cometas un acto imprudente. Soy yo el que ha tomado tu riqueza. No soporto ver que tengas ni un penique más que estás destinado a tener.”
Simple miró hacia arriba y vio al cuerpo inmenso y poderoso de Destino sentado en lo alto del árbol baniano. Siguió dirigiéndose a Simple. “Tú me has visto y esto no debe ser improductivo. Dime qué deseas.”
“Deseo mucho dinero” contestó Simple.
“Amigo, ¿de qué te servirá? No serás capaz de gastarlo o de darlo. En esta vida tienes asignada justo la cantidad suficiente de riqueza para sobrevivir.”
“No me importa. Todas las personas respetan a una persona adinerada. Es servida y seguida por otras incluso si mantiene su riqueza. Esto está bien ilustrado en la historia del chacal y el toro. Ahora escúchala.”