El Crédulo Demonio


Había una vez un poderoso rey llamado Gran Poder, que tenía una hija tan bella como la luna. Un día, un aterrador demonio fantasmagórico la observó mientras ella se encontraba en el balcón del palacio y fue dominado por la lujuria. Esa noche, entró a su habitación y la violó mientras dormía. Incapaz de ver al demonio y sin saber que estaba sucediendo, la princesa se sintió paralizada por algún extraño poder. Su cuerpo temblaba y se afiebró. Después de una hora el demonio se marchó, habiendo satisfecho su lujuria.
Esto continuó por algunos días, con el demonio viniendo cada día al atardecer. Luego un día la princesa consiguió reunir fuerzas para pedir socorro. Sus asistentes  corrieron dentro de la habitación, viéndola sacudirse en la cama y mostrando las señales de posesión demoníaca, salpicaron su frente con agua fresca. El demonio entonces apareció ante ella en el rincón de la habitación.
“¡Miren allí!” exclamó. “Es mi atacante. Todas las tardes, cuando viene el crepúsculo él me ataca.”
Escuchando esto, el demonio pensó, “¿Oh, entonces hay otro demonio llamado Crepúsculo? Parece que él también está disfrutando de esta muchacha. Estoy seguro que no pasará mucho tiempo antes que nos encontremos cara a cara. Bien, pienso que mejor mido su fuerza.”
Con esto en mente, el demonio decidió asumir la forma de un caballo y pararse entre los otros caballos fuera del palacio. “De esta forma, puedo observar este otro demonio sin ser notado” pensó.
Más tarde esa noche un ladrón entró a los establos, queriendo robar un caballo. Después de examinar todos los animales, decidió que el caballo demonio era el mejor. Rápidamente lo montó y cabalgó en la noche.
El demonio estaba aterrorizado. Sin duda este era Crepúsculo sobre su espalda, con la intención de matarlo a la primera oportunidad. ¿Qué podía hacer para escapar?
Mientras el demonio se devanaba los sesos, el ladrón lo golpeó fuertemente con un látigo. El aterrorizado demonio salió galopando con una velocidad tremenda.
“¡Uou! ¡Tranquilo!” gritó el ladrón, tirando de las riendas, pero el demonio siguió corriendo a toda velocidad.
El ladrón empezó a dudar. Este sin duda no era un caballo común. Corría a la velocidad del viento. Quizás era algún demonio disfrazado de caballo.
Pensando de esta manera, el ladrón miró alrededor y vio que estaba a punto de pasar bajo la rama de un árbol. Arriesgándose, se extendió hacia arriba y se aferró de la rama, dejando que el demonio siguiera galopando sin él. Respirando de alivio, saltó hacia abajo. Pero al hacerlo, un mono, que era amigo del demonio, lo llamó, “¡Amigo mío! ¡Detente! ¿Por qué huyes de este hombre? Él debería ser comido por ti, no temido.”
El demonio se levantó y asumió su verdadera forma. Girando sobre sus talones, observó al ladrón, todavía sin estar seguro. El ladrón, mientras tanto, furioso con el mono, aferró su larga cola y la mordió extremadamente fuerte. El mono aulló de dolor. Viendo esto el demonio le dijo, “Parece que eres atrapado rápidamente en las garras de Crepúsculo. Haz caso de mi consejo. Aquél que huye vive más.”
Moraleja: Sabe cuando huir
“Entonces, como ese demonio, tenía la intención de huir lejos de aquí” dijo Buscador de Oro. “En cuanto a ti amigo mío, me temo que tendrás que quedarte aquí, cosechando los frutos de tus actos apresurados.”
“Apresurado podría haber sido, o lo que sea” dijo Porta Rueda, “pero los resultados de todos los actos dependen del destino. Incluso una persona que actúa neciamente puede obtener un buen resultado si la fortuna lo favorece. Déjame contarte una historia que prueba este punto.”