El Tonto Brahmana, el Chacal y los Carneros.


Había una vez un brahmana llamado Adorador, que vivía en el bosque. Ejecutaba muchos rituales religiosos para la gente de una ciudad cercana, y le daban generosas donaciones. Gradualmente amasó una fortuna. Sin confiar en nadie, mantenía su dinero atado seguramente entre sus ropas y nunca lo dejaba fuera de la vista. Cuan cierto es el proverbio que dice:
Problemas para adquirir, problemas para defender.
Problemas si se pierde y problemas si se gasta.
El dinero es un fardo de problemas,
Desde el principio hasta el final.
Cerca de Adorador vivía un ladrón llamado Mala-suerte. Un día vio al brahmana agregando un poco de oro a su tesoro. Sus ojos se abrieron de par en par y empezó a pensar en cómo podría ponerle las manos encima a esa riqueza. Finalmente decidió que la mejor manera sería volverse discípulo del brahmana y ganar su confianza.
Con esto en mente fue junto a Adorador y tocó sus pies. Cuando el brahmana ofreció sus bendiciones, Mala-suerte dijo, “Saludos, Oh santo hombre. Ay de mí, cuan fugaz es la vida humana. La juventud pasa de prisa como un río embravecido, los placeres son como sombras proyectadas por las nubes, las relaciones con los seres amados son como un sueño. Todo esto lo he comprendido claramente, y ahora solo deseo cruzar este océano de miseria que llamamos vida. Dime, Oh sabio, ¿Cómo puedo ser liberado?”
Escuchando a Mala-suerte hablar así, el brahmana dijo, “Eres muy afortunado. Es raro encontrar a alguien tan joven pero no obstante tan sabio. Sin duda estas bendecido con la virtud, ya que solo los virtuosos pueden llegar a una comprensión así de la vida.”
“Gracias, Oh brahmana,” dijo Mala-suerte. “¿Qué debo hacer entonces?”
“Aprende de mi el mantra de Vishnu. Vive aquí en mi ermita. Adora al Señor y haz tu vida perfecta, “dijo Adorador.
Mala-suerte se inclinó nuevamente a los pies de Adorador, y el brahmana lo aceptó como discípulo.
“Vive conmigo, pero quédate fuera de mi ermita en una cabaña cercana,” instruyó Adorador a su nuevo estudiante. “Se dice que, tal como un rey es arruinado por un mal consejo, un niño por demasiada indulgencia, el afecto por la larga ausencia, o la nobleza por malos hijos, un asceta es arruinado por la excesiva asociación íntima con otros.”
“Haré todo lo que digas,” dijo Mala-suerte. “Su santidad es mi única esperanza de cruzar este vasto océano material.”
Mala-suerte comenzó a prestar todo tipo de servicios a Adorador, pero no podía encontrar ninguna forma de acercarse al oro que tanto ansiaba. Adorador lo mantenía seguro junto a su persona todo el tiempo. El malintencionado ladrón comenzó a preguntarse si no debiera simplemente acuchillar al asceta a plena luz del día y tomar el dinero.
Pero entonces un día llegó un hombre a la ermita e invitó a Adorador a la casa de su padre para ejecutar una ceremonia religiosa. El brahmana aceptó y pronto partieron juntos con Mala-suerte.
En el camino llegaron a un río y Adorador decidió tomar un baño y adorar a los dioses. Dejó sus ropas en la orilla del río, junto al saco de oro.
Después que hubo ejecutado la adoración, de repente sintió el urgente llamado de la naturaleza, entonces le dijo a Mala-suerte, “Discípulo mío, tendré que ir a los arbustos para aliviarme. Por favor cuida mis ropas.”
Luego desapareció de la vista, dejando a Mala-suerte con el oro. El ladrón lo levantó en el acto y corrió en dirección opuesta.
Mientras tanto, Adorador estaba sentado tranquilamente en los arbustos, confiando completamente en Mala-suerte, quien había estado sirviéndolo tan bien por tantas semanas. Mientras se encontraba allí sentado, vio un par de carneros luchando furiosamente. Se topetaban con gran fuerza, sus cuernos chocando con gran estruendo, tajándose con violencia y haciendo que caiga mucha sangre al suelo. Adorador luego vio un chacal salir de los arbustos. Observó la sangre entre los dos carneros, que estaban parados apartados uno del otro, y se acercó rápidamente a lamerla.
“Qué tonto,” pensó Adorador. “Este chacal, hambriento de sangre, está justo entre los furiosos carneros. Será matado.”
Y efectivamente, cuando los carneros cargaron uno contra el otro, el chacal fue atrapado entre ellos y matado instantáneamente.
Adorador terminó con lo que estaba haciendo y se levantó. Sintiendo pena por el pobre chacal, regresó a la orilla del río. No había señales de Mala-suerte por ningún lado. Adorador se lavó rápidamente en el río y luego fue a vestirse, con lo cual descubrió que había sido robado.
Gritó, “Oh Señor, ¿Cómo ha ocurrido esto?” y luego cayó al suelo. Quedó allí tendido por algunos momentos, agarrándose la cabeza. Parándose nuevamente, miró hacia todas partes y llamó, “¡Ey, Mala-suerte! ¿Dónde estás? ¿Por qué me has engañado?”
Con honda angustia, Adorador pensó en el chacal, deshecho por su propia estupidez. “Y yo también” dijo, “deshecho por mi estupidez confiando en un granuja.” Siguió de esta manera, caminando lentamente mirando al piso, repitiéndose a sí mismo sin cesar, “Y yo también…”
Moraleja: Piensa antes de actuar