El Tonto Rey de las Ranas


Había una vez un rey de las ranas, llamado Regalo del Río, que vivía en un pozo. Estaba preocupado por las exigencias de sus muchos parientes, quienes estaban siempre urdiendo planes para derrocarlo. Finalmente pensó para sí mismo, “Tengo que liberarme de estos fastidiosos parientes míos. No puedo quedarme en este pozo un momento más.”
Saltando dentro de un balde y de éste al siguiente que estaba atado a una soga, Regalo del Río consiguió salir del pozo. Una vez que estuvo fuera brincó por los alrededores por un tiempo, tratando de pensar en alguna forma de lidiar con las otras ranas del pozo.
“Han hecho mi vida miserable” dijo. “Debe haber alguna forma de vengarme.”
En ese momento vio una serpiente justo entrando en su agujero. Esto le dio una idea. Pensó en un proverbio que había escuchado de los Vedas.
El sabio destruye a un enemigo mortal
Por uno aún más mortal.
Tal como un clavo saca otro clavo,
Para liberarlo a uno de la enfermedad.
Pensando de esta manera, Regalo del Río brincó hacia el agujero de la serpiente y llamó, “Ey, tú el de ahí. Ven afuera. Tengo una proposición para hacerte.”
La serpiente, que algún chistoso había llamado Dulzura, miró sorprendida hacia arriba. ¿Quién lo llamaba? No era la voz de una serpiente. Tampoco podía ser un amigo de otra especie, ya que él no tenía ningún amigo en absoluto.
Sería mejor mantenerse escondido en su agujero hasta saber exactamente quien era, ya que Brihaspati, el maestro de los dioses, instruyó que jamás debe formarse ninguna amistad o alianza hasta conocer a la familia, la fuerza y conducta de la otra parte.
Dulzura por lo tanto permaneció callado. Sospechaba que pudiera ser un encantador de serpientes queriendo capturarlo, o quizás un curandero que deseaba su piel para alguna poción.
Regalo del Río de nuevo llamó, “¡Ey hermano serpiente! Soy Regalo del Río, rey de las ranas. Busco tu amistad.”
Dulzura estaba incluso más sorprendido. ¿Una rana? ¿Cómo era eso posible? Contestó, “¿Deseas ser mi amigo? ¿Estás loco? ¿Acaso el pasto se hace amigo del fuego? Uno nunca debe acercarse a un enemigo mortal, ni en sueños. ¿Por qué entonces estás haciendo tal ridícula sugerencia?”
“Sí, tienes razón. Pero buen señor, escúchame. He venido a ti porque estoy sufriendo muchísimo. ¿No dicen los sabios que cuando uno se halla en apuros se puede incluso refugiar en un enemigo?”
“Es cierto” contestó Dulzura, todavía dentro de su agujero. “Dime entonces a manos de quien estás sufriendo.”
“De las otras ranas” dijo Regalo del Río
“Ya veo. ¿Y dónde están estas ranas?”
“Están en un pozo no lejos de aquí. Ven conmigo y te mostraré. Luego puedes comer a mis enemigos cuanto quieras.”
“¿Un pozo? ¿Cómo puedo entrar en un pozo? ¿Y cómo hallaré espacio para matar cómodamente a las ranas?”
“No te preocupes” dijo Regalo del Río. “Te mostraré un lindo hueco en el pozo cerca del borde del agua. Puedes recostarte allí pacíficamente y comértelas una por una.”
Dulzura pensó detenidamente. No estaba haciéndose más joven. Era difícil para él por estos días hasta atrapar un ratón. Podría hacerse de una vida fácil. Una dieta regular de ranas sonaba bien.
La serpiente dijo, “Muy bien. Me agrada el sonido de esta idea. ¿Dónde está tu pozo?”
“Te llevaré allí” dijo Regalo de Río. “Pero primero debes prometerme que no te comerás a mi familia más cercana y a mis amigos.”
“Pero, por supuesto” dijo Dulzura. “No debes temer en cuanto a eso.”
“¡Entonces sal enseguida! Seamos amigos por este día.”
Dulzura se deslizó fuera de su agujero y abrazó a Regalo del Río, quien luego lo condujo a su pozo. Le mostró como entrar y Dulzura se escondió en el hueco. Regalo del Río entonces comenzó a señalar a sus enemigos y uno por uno la serpiente se los engulló a todos.
Eventualmente Dulzura se había comido a todos los enemigos de Regalo del Río, y el rey de las ranas le dijo, “Parece que tu trabajo ha finalizado aquí. Permíteme conducirte de regreso fuera del pozo.”
“Oh no, no lo creo” dijo Dulzura. “Todavía tengo hambre. Tendrás que mostrarme más ranas que pueda comer o las comeré a todas de cualquier forma.”
Regalo del Río tembló de miedo. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había trabado amistad con tal mortal enemigo de las ranas? Evidentemente había olvidado las instrucciones Védicas, que declaran claramente que aquel que traba amistad con un enemigo más poderoso que él mismo está simplemente comiendo veneno.
Moraleja: Los enemigos nunca pueden ser amigos.
El rey de las ranas pensó en la situación. Tendría que darle a Dulzura más ranas, o enfrentarse a ser comido él mismo. Indudablemente la promesa de Dulzura no significaba nada. Sin duda era cierto que tal como un hombre con ropas sucias se sentará en cualquier lugar, una persona que se ha apartado del sendero de la virtud ejecutará cualquier acto miserable.
Regalo del Río entonces comenzó a señalar más ranas a Dulzura, que continuaba tragándoselas. La serpiente se fue comiendo todas las ranas hasta llegar a los amigos del rey de las ranas y luego un día se engulló a su querido hijo. Regalo del Río gritó en agonía.
Escuchando su grito, su esposa le reprochó enojada. “¡Tonto! ¿Por qué lloras? ¿Quién queda para siquiera escuchar tu llanto? Has vendido a tu raza por tus propios fines egoístas.”
Gradualmente Dulzura se comió todas las ranas, hasta que solo quedó Regalo del Río. Entonces le dijo al rey de las ranas, “¿Dime que debería comer ahora? Aún tengo mucho hambre.”
“No te preocupes” dijo Regalo del Río. “Te conseguiré más comida. Permíteme ir a otro pozo y atraeré a las ranas de allí hacia este pozo.”
“Muy bien” dijo Dulzura. “Ya que eres como mi hermano, no puedo comerte. Por lo tanto, vete. Yo esperaré aquí.”
Respirando de alivio, Regalo del Río trepó fuera del pozo y se fue rápidamente, agradecido que se le había perdonado la vida. Nunca más volvería a ese pozo y nunca más confiaría en un enemigo.
“Y yo tampoco volveré a confiar en ti” dijo Boca Roja. “Sin duda, fui un tonto en pensar siquiera que un comedor de carne como tú podría ser mi amigo.”
“Oh, me hieres en lo más profundo” dijo Dientes Terribles. “¿Cómo puedes decir tales cosas? Por favor baja y permíteme llevarte a mi casa. No deseo ser manchado por el pecado de la ingratitud.”
“¡Idiota! ¿Piensas que yo, como Orejas Caídas, el asno, permitiré que me maten cuando estoy completamente consciente del peligro?”
“¿Orejas Caídas? ¿Quién fue ese?” preguntó Dientes Terribles y el mono contó la historia.