El Anciano y el Ladrón


Había una vez un anciano comerciante de mucho dinero cuya esposa había muerto antes que él. Aunque ya era muy anciano, aún anhelaba los placeres del amor. Ofreció una gran cantidad de dinero a un pobre comerciante amigo suyo  y así recibió en matrimonio a la joven hija del hombre. A la pobre muchacha, no obstante, no le gustó el arreglo. Apenas podía soportar mirar al viejo comerciante, ya que se dice con razón que cuando la vejez aflige a un hombre todos lo desprecian.
Un día, mientras la muchacha yacía en la cama con su marido, dándole la espalda, entró un ladrón a la casa. El comerciante estaba dormido pero la muchacha vio que el ladrón entró a la habitación. Presa de temor, se dio vuelta rápidamente y abrazó fuertemente a su marido.
“¿Qué es esto?” pensó el comerciante, con el cuerpo estremecido de placer. “¿Cómo es que mi esposa de repente se interesa por mí?”
Miró detenidamente y descubrió al ladrón agachado en uno de los rincones de la habitación. “Ah, entonces es eso. Obviamente la muchacha tiene miedo del ladrón.”
El anciano entonces llamó al ladrón, “Toma lo que desees. Tú eres sin duda mi benefactor.”
“Entonces lo ves” dijo Ojo de Fuego, “incluso un aparente enemigo puede hacerle bien a uno si viene en el momento apropiado.”
“Interesante” dijo Destructor del Enemigo. “Miró al cuarto de sus ministros, Nariz Ganchuda y le preguntó su opinión.
“Estoy de acuerdo con Ojo de Fuego” contestó. “Pienso que este cuervo puede hacernos algún bien. Los enemigos pueden ser muy útiles, especialmente cuando surge la discordia entre ellos. Escucha de mí la historia del brahmana, el ladrón y el demonio, que ilustra muy bien este hecho.”