EL LEÓN Y EL TORO


En el sur de India existió una ciudad llamada Mahila donde un rico comerciante vivía con su hijo llamado Barrigón, quien era codicioso de riquezas y siempre yacía sacudiéndose y dando vueltas en su cama. Su mente estaba agitada con pensamientos de cómo obtener más dinero.
“¿Qué no puede conseguir un hombre rico?” pensó, “una persona sabia está siempre tratando de aumentar su riqueza. Si un hombre tiene dinero, también tiene amigos. Cuando no tiene dinero, hasta sus propios parientes lo abandonan. Un hombre rico es considerado un erudito y una persona altamente respetable, incluso si no tiene un buen carácter. El dinero hace que el viejo rejuvenezca, pero el joven envejece por la necesidad de él.”
Para iniciarlo en la vida, el padre de Barrigón ya le había dado algunos bienes y también un par de finos bueyes. Mientras yacía mirando el techo, incapaz de dormir, Barrigón decidió que al día siguiente iría a la ciudad a vender sus mercaderías y aumentar su negocio.
Cuando salió el sol, Barrigón preparó sus dos bueyes, el carro y puso toda su mercancía en el, llevándose unos cuantos sirvientes, partió hacia la ciudad.
“¡Whoa Felíz! ¡Hey Retozón!” el carretero gritaba a los bueyes, mientras los hostigaba con un largo látigo. El carro rodaba lenta y ruidosamente por el camino con Barrigón cabalgando detrás en su caballo, pensando felizmente cuanta ganancia haría muy pronto.
Era un viaje de cuatro o cinco días a través de tierras boscosas hasta la ciudad pero, luego de solo dos días de viaje, el toro llamado Retozón tropezó y se fracturó una pata. Cayó al suelo cerca del río Yamuna y yacía allí mirando a su amo con lágrimas en los ojos. Barrigón sintió pena por su buey y aguardó por tres noches, esperando que Retozón se recuperara lo suficiente como para caminar. Pero él no mostró ninguna señal de mejora.
Uno de sus sirvientes entonces le dijo, “Oh amo, pienso que no deberíamos quedarnos más tiempo en esta jungla. No es seguro. Escucho los rugidos de leones y otras bestias salvajes. Desde luego que no deberíamos arriesgarlo todo por el bien de un buey. Se dice que un hombre sabio nunca sacrifica un gran interés por uno más pequeño.”
Barrigón asintió, y le dijo a uno de sus sirvientes que se quede con el buey lastimado hasta que regresen. “Mantente cerca de él y aliméntalo. Enciende un fuego para alejar algún león u otros peligrosos animales.”
Habiendo dicho esto, continuó su viaje, dejando a su sirviente con suficiente comida como para que le dure hasta su retorno.
Pero al día siguiente Barrigón vio al sirviente huir corriendo hacia Barrigón. “Amo”, dijo el sirviente, “Retozón ha muerto. Cremé su cuerpo”. Apenado de escuchar estas noticias, Barrigón ejecutó los últimos ritos por el alma de Retozón y luego siguió su camino. Sin embargo, el sirviente había mentido. Había abandonado a Retozón por miedo, muy temeroso de quedarse solo en la jungla. Retozón fue abandonado tendido en el banco de un río y se las arregló para arrastrarse hasta unos exuberantes pastos que estaban creciendo. Refrescado por las frescas brisas provenientes del río, y fortalecido por comer el pasto y beber el agua del río, mejoraba poco a poco. La pata sanó y comenzó a caminar por ahí, mugiendo con gran felicidad.
Él siempre había dependido de su amo y había trabajado para servirlo, pero ahora vio que la comida y la bebida estaban disponibles libremente en todos lados. Deleitándose en su descubierta libertad, soltaba repetidos gritos de felicidad a viva voz con sus enormes pulmones. Él pensaba en un proverbio que había escuchado repetir a su amo,
Aquél al que la suerte le sonríe,
Aunque solo y desprotegido,
Aún sobrevive de algún modo.
Pero aquél al que la suerte le ha fruncido el ceño
Perderá su vida,
Incluso si es defendido por doquier
Comiendo el sabroso pasto, Retozón reflexionaba consigo mismo, “Un hombre abandonado sin ayuda en la jungla puede sobrevivir pero luego puede encontrarse con la muerte en su propia casa. Todo está en las manos del Destino.”
No lejos de allí, vivía un león llamado Melena-dorada. Muerto de sed por el caluroso sol del mediodía se dirigió con un séquito de otros animales hacia el río. Caminaba a grandes zancadas por la jungla con la cabeza en alto, haciendo que los animales más pequeños salieran disparados de miedo. Pero antes de llegar al río, escuchó un sonido increíble proveniente de algún lugar.
“MMMMRRROOOAAAAHHH!”
Melena-dorada hizo un alto. Miró alrededor. ¿Qué fue eso? Entonces otra vez, incluso más fuerte.
“MMMMMMMMRROOOOOOOHHH!!!”
Al león se le erizaron los pelos. Permaneció congelado en el lugar por algunos momentos. Seguramente alguna terrible criatura debe andar cerca. ¿Qué más pudo haber emitido tal espantoso y tremendo bramido?
El aterrorizado león dio la vuelta y rápidamente corrió a grandes zancadas por los arbustos de vuelta a su cueva. Se sentó bajo un árbol baniano cerca de la cueva, poniendo una pata sobre la otra tratando de parecer calmo y despreocupado. Pero su corazón estaba latiendo aceleradamente al imaginar qué rey o monstruo habría hecho ese sonido.
*Moraleja: Conoce a tus verdaderos amigos*
Cuando el rey león regresaba, fue visto por dos chacales llamados Astuto y Cuidadoso. Eran los hijos de uno de los ex ministros de Melena-dorada que había sido despedido, y se mantenían a distancia del león, no siendo admitidos en su círculo íntimo. Astuto podía detectar que el león estaba preocupado, y le dijo a su amigo, “¿Porqué será que el rey ha regresado tan rápido? Sin duda no ha ido aún al río para satisfacer su sed.”
Cuidadoso respondió, “Pienso que no es sabio entrometerse en los asuntos de otros. No somos los sirvientes del rey. Aquel que se encarga del trabajo de otro se trae su propia ruina, tal como el mono que encontró un árbol cortado por la mitad.”
“Oh, ¿Cómo es eso?” preguntó Astuto.
Cuidadoso entonces contó la historia.