La Liebre y el Rey Elefante


Una vez en un exuberante bosque, vivía un poderoso rey elefante de nombre Cuatro Colmillos. Él estaba siempre ocupado protegiendo al rebaño.
Aconteció que una sequía de doce años cayó en la región. Todas las charcas, lagunas, pantanos y otras fuentes de agua se secaron y los elefantes estaban muertos de sed. Entonces se acercaron a su rey y dijeron, “Gran Señor, sálvanos. Todos nuestros pequeños están pidiendo agua a gritos. Algunos ya han perecido y otros están a punto de hacerlo.”
Inmediatamente Cuatro Colmillos envió a veloces corredores en busca de agua. Los elefantes que fueron hacia al este encontraron un gran lago rebosante de agua clara. Aquel lago encantado estaba cubierto de lotos y poseía incontables grullas, cisnes y gansos jugando en sus aguas. Estaba protegida del sol por un dosel de frondosos árboles que crecían en el borde. Las aves cantaban dulcemente desde las ramas de aquellos florecientes árboles y el sonido se mezclaba con el suave chapoteo de las aguas sobre la costa mientras una brisa soplaba a través del lago. El área entera parecía un paraíso y los elefantes exploradores rápidamente regresaron junto a su amo para informarle.
Luego de obtener este informe, Cuatro Colmillos movilizó su rebaño y se dirigieron hacia el este. Cuando alcanzaron el lago, inmediatamente comenzaron a descender por los empinados terraplenes hacia el agua. Las liebres habían hecho sus madrigueras alrededor de aquellos terraplenes y al descender los elefantes por los empinados terraplenes, cientos de liebres fueron aplastadas y matadas.
Después de beber hasta llenarse y bañarse por un rato en las frescas aguas, los elefantes se marcharon. Las liebres sobrevivientes entonces se juntaron y estudiaron la carnicería ocasionada por el rebaño de elefantes.
El rey de las liebres, llamado Cara Puntosa, habló. “¿Qué haremos? Nuestra morada está seriamente amenazada. Los elefantes regresarán sin dudarlo. Parece que seremos destruidos a no ser que nos marchemos.”
Cara Puntosa recorrió con la mirada la reunión de liebres. Estaban temblando de terrory de pena por sus parientes asesinados. Muchos de ellos tenían quebrados los miembros y estaban salpicados de sangre. Se miraron unos a otros, completamente desconcertados. ¿Cómo podrían detener a un rebaño de elefantes?
Pero una liebre llamada Triunfador permaneció de pie y habló con confianza. “No teman. Abandonen sus penas. Conozco una forma mediante la cual los elefantes no regresarán.”
Cara Puntosa sonrió. “Sí, creo que lo sabes. Eres el más sabio de mis ministros, experto en los textos sobre política y diplomacia. Ve entonces y que los dioses estén contigo.”
Triunfador entonces marchó a su misión. No había llegado lejos cuando vio al rey de los elefantes nuevamente dirigiéndose hacia el lago, seguido de su rebaño. El señorial elefante parecía una montaña movediza para Triunfador. Sus orejas se agitaban como banderas de seda en la brisa. Él era de color oscuro como una nube de tormenta y su cuerpo estaba cubierto por las manchas amarillentas de los pétalos de flores en donde había estado descansando. Trompeteó fuertemente, haciendo reverberar al bosque como si hubiera truenos.
Echando una mirada a sus dos pares de afilados y puntiagudos colmillos y sintiendo la tierra temblar cuando él caminaba, Triunfador pensó que era mejor no acercarse a él. “Hallaré alguna posición ventajosa desde donde hablarle” dijo y escaló por una pila de dentadas rocas cercanas al camino por donde los elefantes estaban pasando.
Cuando Cuatro Colmillos pasó por allí, Triunfador llamó, “¡Oh Señor Elefante, buen señor! ¿Te encuentras bien?”
Cuatro Colmillos miró alrededor. Viendo a la liebre sobre las rocas, dijo, “Ruego me digas señor, ¿Quién eres?”
“Soy un enviado.”
“¿Oh? ¿Y quien te ha enviado aquí?”
“Me ha enviado el bienaventurado y muy poderoso Señor de la Luna.”
“¿Cuál entonces es tu cometido?” preguntó el elefante.
“Su alteza, antes que hable, por favor permítame recordarle la regla respecto a los mensajeros. Solo dicen lo que sus amos les han dicho que digan. Bajo ninguna circunstancia debieran ser lesionados, incluso si su mensaje es desagradable y difícil de escuchar.”
“Habla sin temor” dijo Cuatro Colmillos. “Cumpliré con la regla.”
“El Señor de la Luna ha dicho, ‘¿Cómo es que te has vuelto tan imprudente, Oh ser mortal? Sin comprender la fuerza de tu enemigo, has actuado violentamente hacia él. Esto es cortejar al desastre.’”
Cuatro Colmillos levantó su trompa y frunció el ceño. “¿Qué he hecho? No he atacado a nadie.”
“Ayer fuiste al Lago de la Luna, que lleva mi nombre y es muy querido por mí. Allí has matado cruelmente muchas liebres, que están bajo mi protección. ¿No sabes que a mí me dicen el dios ‘abanderado de las liebres’? ¿No has visto la marca en mi cuerpo? ¿Porqué actuaste tan precipitadamente?”
Triunfador siguió diciendo que si Cuatro Colmillos no desistía de ir al lago sería severamente castigado. “Sin embargo, si  tú no lo haces entonces te bendeciré. Mis rayos refrescantes te nutrirán. De otra manera, si me ofendes de nuevo, mis rayos serán retirados y perecerás.”
Cuatro Colmillos miró hacia arriba ansiosamente. Los rayos de luna se filtraban a través del dosel de árboles por arriba de su cabeza. Sin duda la deidad estaba esperando ver cómo respondía él. El rey elefante había visto muchas veces la marca de la liebre en el disco de la luna. Indudablemente esta liebre mensajera había venido del dios de la luna y estaba diciendo la verdad.
Cuatro Colmillos inclinó la cabeza y dijo, “Buen amigo, todo esto es verdad. Soy un gran ofensor. ¿Qué puedo hacer para obtener el perdón?”
“Ven conmigo, solo y yo te revelaré al dios. Luego puedes pedir humildemente su perdón.”
La liebre entonces condujo a Cuatro Colmillos al lago. Allí le mostró la brillante luna llena reflejada en el agua del lago, rodeada de estrellas y apareciendo espléndida. “Aquí está el dios, sentado en meditación en su lago.”
Cuatro Colmillos pensó que debería ofrecer adoración al dios de la luna. Para purificarse primero, hundió su larga trompa en el agua. El agua agitada ondeó y el reflejo de la luna apareció en cien lugares a la vez.
“¡Mira lo que has hecho ahora!” dijo Triunfador. “Por perturbar el agua has enojado al Señor de la Luna.”
Cuatro Colmillos inclinó la cabeza hasta el suelo. “Lo lamento mucho. Nunca lo volveré a hacer. Ahora me marcho.”
Diciendo así, giró sobre sus talones y se fue, para nunca más regresar al lago.
Moraleja: Aquellos con un poderoso líder, no temen
“Y así es que solo se necesita mencionar el nombre de un poderoso rey para obtener protección” concluyó el cuervo. “¿Entonces qué necesidad tenemos de esta lechuza? Y hay otra cosa, la lechuza es malintencionada. Cuando decida los casos, su decisión será peligrosa para todas las partes, tal como el caso de la liebre y la perdiz que murieron a manos de un gato.”
“¿Cómo sucedió eso?” preguntaron las aves y el cuervo contó la historia.