El Mono y el Rey


Había una vez un rey que tenía unas cuantas mascotas, entre ellas, un mono. Se encariñó mucho con este mono y lo alimentaba con variadas y suntuosas comidas. Pronto se puso gordo y fuerte. Por afecto a la criatura, el rey lo nombró su portador de espada oficial.
Contiguo al palacio había un hermoso bosquecillo de placer, lleno de árboles en flor y flores de todo tipo. Al rey le gustaba pasar sus tardes vagando por este jardín, oliendo los dulces aromas y admirando los muchos árboles y plantas coloridos.
Un día, luego de una suntuosa comida, se sintió cansado y se acostó en el suave pasto junto al lago en el jardín. Le dijo a su mono, “Quisiera descansar sin ser molestado por una hora. Siéntate aquí y asegúrate que nadie me despierte.”
El rey entonces se recostó y enseguida se durmió profundamente. En breve, una gran abeja negra se acercó volando, atraída por el olor a almizcle y otros perfumes que usaba el rey, se posó en su cabeza. El mono enseguida se enojó, pensando, “¡Cómo se atreve esta abeja a posarse en la cabeza de mi amo!”
El mono trató repetidamente de ahuyentar a la abeja, pero sin éxito. Seguía posándose sobre la cabeza del rey. Finalmente, enceguecido por la ira, el mono sacó la espada del rey y la bajó con toda la fuerza sobre la cabeza del rey, tratando de matar a la abeja. De esta forma, el rey fue matado inmediatamente.
“Tal es el resultado de entablar amistad con un tonto” concluyó Cuidadoso, “como resultado ahora temo por mí mismo.”
Cuidadoso continuó reprendiendo a su hermano. “Solamente un tonto ministro aboga por la guerra, cuando puede emplearse la diplomacia. Sin duda, el resultado de la guerra es siempre incierto, siempre asistido con gran dolor y sufrimiento. En este caso no existía siquiera un conflicto entre Melena-dorada y Retozón. Fue empezada por ti, el más desgraciado de nuestra familia.”
Astuto no respondió nada, sintiendo como veneno las palabras de Cuidadoso. Se escabulló silenciosamente hacia Melena-dorada, quien justo en aquél momento propinó un fatal golpe a Retozón. Cuando Retozón cayó muerto, Melena-dorada recordó su anterior afecto por el toro y comenzó a lamentarse en voz alta. “¡Ay de mi! ¿Qué he hecho? Este toro era como mi otro yo. ¿Qué me llevó a cometer este cobarde acto?”
Astuto se arrastró hasta él y dijo, “Mi señor, ¿Cómo te vienen tales dudas? Tu enemigo está muerto ¿y tú te lamentas? Sin duda esto no es apropiado. Se dice en los Vedas,
Uno debe rechazar en seguida
Un rey de corazón blando,
Un brahmana glotón,
Una esposa independiente,
Un sirviente agresivo,
Y una autoridad negligente.
El traidor toro tenía que ser matado. No des lugar a la confusión.”
Astuto siguió aconsejando a Melena-dorada por algún tiempo, asegurándole que había hecho lo correcto. Finalmente, sintiéndose mejor, el león retomó su posición de rey y nombró a Astuto como su ministro. Sacudiendo la cabeza, Cuidadoso se marchó al bosque. Era momento de hallar un nuevo lugar adonde vivir.


Así concluye la primera colección de relatos, bajo el título ‘Como se pierden los amigos’. Luego comienza una segunda colección, titulada ‘Como se ganan los amigos’.