La Opinión del Gato


Hace algún tiempo yo vivía en un árbol en la base del cual también vivía una perdiz. Se desarrolló una firme amistad entre nosotros y pasábamos mucho tiempo juntos, contándonos historias antiguas y discutiendo sobre moralidad y religión.
Un día la perdiz salió a forrajear con otras aves a un arrozal, donde había mucho arroz que estaba justo madurando. Pero no regresó a la hora habitual. Me preocupé muchísimo, temiendo que hubiera sido atrapada o matada por un predador.
Pasaban los días y estos pensamientos se agitaban en mi corazón. Sufría el intenso dolor de la separación de un ser querido. Luego un día una liebre llamada Veloz vino a mi árbol. Hallando el hueco de la perdiz, decidió hacer su hogar allí. Yo había renunciado a la esperanza de ver a mi amiga otra vez, entonces no la detuve.
Pero unos pocos días más mi amiga regresó a su viejo hogar, gorda de tanto arroz que había comido. Es verdad cuando se dice que incluso en el paraíso un hombre no hallará la felicidad como en su propio hogar, por más humilde que pueda ser.
Cuando la perdiz vio a Veloz viviendo en su hueco, dijo, “Ey, compañero, ¿Qué estas haciendo? Este es mi hogar. Sal inmediatamente.”
Pero Veloz no iba a marcharse. “¿Qué dices? Este es ahora mi hogar. ¿Conoces la ley? Se dice que el ocupante actual es el justo propietario de una residencia.”
“¿Es eso lo que piensas? Bien, preguntemos a nuestros vecinos. El gran legislador, Manu, ha dicho que en los casos de disputas sobre casas, jardines, lagunas y pozos, puede aceptarse la opinión de los vecinos.”
“¡Bastante irrelevante!” replicó mordazmente Veloz. “La ley es clara. Para los hombres, diez años de ocupación les da pertenencia, pero para los animales es meramente la actual ocupación.”
La perdiz estaba enfurecida. “Oh, entonces aceptas la ley, ¿Verdad? Muy bien, encontremos un experto en escrituras y en leyes. Él puede resolver esta disputa. Pronto veremos quien tiene razón.”
La liebre aceptó y las dos partieron para hallar un sabio que pudiera decidir. Buscaron por algún tiempo y un cierto gato salvaje llamado Orejas Blancas se enteró de la búsqueda. Viendo su oportunidad, cuando la liebre y la perdiz venían hacia él, se levantó con sus patas traseras y estiró sus patas delanteras hacia arriba. Entrecerrando sus ojos, miró hacia el sol y comenzó a cantar mantras sagrados. Cuando la perdiz lo vio, le dijo a la liebre, “Aquí hay una persona santa. Estoy seguro que él será capaz de resolver el problema.”
Pero apenas Veloz vio al gato se encogió de miedo y retrocedió. “¿Estás bromeando? ¡Este es un gato! Debemos mantenernos alejados de él. No te engañes por su apariencia, ya que se dice,
Muchos pícaros se sientan fingiendo
Como si fueran austeros y sabios
Holgazaneando en lugares sagrados
Solo pensando en comer
Escuchando esto, Orejas Blancas, continuando en su postura de meditación, habló en voz alta, haciendo un discurso moral. “Oh, cuan vanas e inútiles son las posesiones materiales. Este mundo es como un sueño, una ilusión, como burbujas de espuma en el mar. Dolor y miseria es todo lo que proporcionan. Nuestra única vía de escape es seguir las leyes de Dios.”
Orejas Blancas vio por el rabillo del ojo que había llamado la atención de la liebre y la perdiz. Continuó, “El hombre que lleva una vida de placer sensual, nunca sirviendo a Dios, es tal como los gritos del herrero. Él inhala y exhala pero no tiene vida.”
Orejas Blancas habló por un tiempo, ensalzando las virtudes de la no violencia y una vida santa. De esta forma, inspiró confianza en Veloz y la perdiz, quienes se acercaron sigilosamente a él. Entonces Veloz dijo, “O Santo, nosotros tenemos una disputa. ¿Puedes ayudarnos a resolverla? ¿Conoces la ley sagrada?”
“Claro, por supuesto” contestó Orejas Blancas. “La ley representa al Señor mismo. Rompe la ley y ella te romperá, pero protégela y ella te protegerá. ¿Qué puedo hacer para ayudar?”
“Tenemos una discusión por una casa” dijo Veloz. “Rogamos nos des tu opinión. Quienquiera de nosotros que esté hablando de manera falsa puede convertirse en tu comida.”
“¡El cielo no lo permita! He renunciado a dañar a otros seres, viendo al Señor en el corazón de toda criatura. Pero resolveré la disputa.”
“No obstante, tendrán que acercarse más, soy viejo y no escucho bien.”
Veloz y la perdiz entonces fueron directo hacia el tramposo gato, quien inmediatamente los cogió a ambos, uno con sus garras y al otro con sus mandíbulas de dientes aserrados.
“Así es que si se contrata a un pícaro malintencionado como el juez, se perece,” dijo el cuervo.
Moraleja: Un consejero deshonesto es peligroso
Escuchando todo esto, las aves se dijeron unas a otras, “Él tiene razón. Deberíamos pensarlo un poco más.” Entonces salieron volando en todas direcciones, dejando a la lechuza sentada en su trono.
La lechuza, profundamente ofendida, le dijo al cuervo, “Tú, demonio de negro corazón. ¿Qué daño te he hecho jamás? Por tu innecesario antagonismo yo digo que, desde ahora en adelante, habrá hostilidad entre nosotros.”
Dicho esto, la lechuza se levantó y salió volando, dejando al cuervo pensando. “Que precipitado que estuve. ¿Qué hombre sabio se hace de un enemigo sin una causa? Ciertamente nunca es sabio difamar a otro en público.”
Moraleja: Piensa antes de hablar
Larga Vida concluyó su cuento. “Y así es como comenzó la enemistad entre los cuervos y las lechuzas.”
“¿Entonces qué debemos hacer ahora?” preguntó Sombra de Nube. “Teniendo un odio intenso hacia nosotros, las lechuzas se proponen destruirnos completamente.”
“Debemos encontrar alguna manera de burlarlas” dijo Larga Vida. “Su enemistad es demasiado vieja y está profundamente arraigada como para ser solucionada y nosotros nunca podremos dominarlas. Creo que puedo hallar una manera de engañarlas, tal como el brahmana fue engañado por los tres ladrones.”
“¿Cómo ocurrió eso?” preguntó Sombra de Nube y Larga Vida narró la historia.