El Mono que se hizo Amigo del Cocodrilo


En una cierta playa oceánica de la India, creció una vez una gran higuera que estaba siempre cargada de frutos. Un mono llamado Boca Roja vivía en ese árbol, disfrutando de sus deliciosos frutos.
Un día un cocodrilo llamado Dientes Terribles nadó fuera del mar y se tumbó calentándose al sol sobre la suave arena cercana al mar. Cuando Boca Roja lo vio, lo llamó, “Ey, buen señor, bienvenido a mi hogar. Por favor regocíjate con mis frutos.” Arrojó algunos higos hacia Dientes Terribles, diciendo, “Sin duda eres un invitado en mi casa. Por darte la bienvenida y alimentarte, abro para mí mismo caminos hacia regiones de ilimitada dicha.”
El cocodrilo comió los frutos y se sentó por largo tiempo conversando con el mono. Al caer la tarde regresó a su hogar, llevándose con él algunos de los dulces higos maduros.
Al día siguiente Dientes Terribles regresó de nuevo y nuevamente disfrutó de la compañía del mono. Esto continuó así por muchos días, los dos juntos discutieron felizmente sobre ética y religión. Y cada día el cocodrilo regresaba a su casa con algunos frutos, que se los daba a su esposa.
Un día la esposa le dijo, “Has estado fuera por muchísimo tiempo últimamente. ¿Dónde vas? ¿Y de dónde obtienes estos frutos?”
“Para decirte la verdad, mi querida, me he hecho amigo de un mono. Nos hemos vuelto muy íntimos y es él quien me da estas frutas.”
“¿Ah sí?” contestó la esposa asintiendo con la cabeza con complicidad. Ella sospechaba que su esposo estaba viendo a una hembra. “Este mono amigo tuyo debe tener un corazón de néctar, ya que come frutos nectáreos todo el tiempo. Por favor tráeme ese corazón. Por comerlo, me liberaré de la enfermedad y la vejez.”
“¡Qué!” exclamó Dientes Terribles. “¿Matar a mi amigo, Boca Roja? Que sugerencia espantosa. Primero que nada él es mi íntimo amigo, como mi hermano, y segundo él me da estas excepcionales frutas. No podría lastimarlo.”
“Oh, ahora lo comprendo todo” contestó la esposa. “En realidad estás viéndote con un cocodrilo hembra. Estás encaprichado con ella. Yo lo pensé. Ahora puedo entender porqué pasas tus noches dando vueltas y suspirando –y también por qué ya no me abrazas con ninguna pasión. No hay duda que estás pensando en otra mujer.”
Dientes Terribles sacudió la cabeza. Se acercó más a su esposa, su cara un  retrato del dolor. “No mi queridísima. ¡Me postro a tus pies como un esclavo! No hables así. No amo a nadie más que a ti.”
“¿Ah sí? ¿Entonces porqué no haces lo que te pido y me traes el corazón del mono? Si no me satisfaces, entonces me sentaré aquí a ayunar hasta morir.”
Sintiendo la más abyecta miseria, Dientes Terribles se angustió de pesar, su boca abriéndose y cerrándose silenciosamente. Se dio cuenta que no tenía alternativa. ¿Quién podría prescindir de su esposa por un amigo, sin importar cuan querido ese amigo pudiera ser?
Dientes Terribles giró y lentamente se abrió camino hacia la higuera. “Ay” dijo para sí mismo, “mi esposa no cederá. Se dice que siete cosas nunca te dejarán ir una vez que se apegan a ti: el pegamento, los idiotas, los cangrejos, las mujeres, la tintura índigo, los tiburones y los borrachines. ¿Pero como puedo matar a mi amigo?”
Dando vueltas estos pensamientos en su mente, Dientes Terribles finalmente llegó a la higuera.
“Ah, bienvenido, mi querido amigo” dijo Boca Roja. “Llegas tarde hoy y pareces abatido. ¿Cuál es el problema?”
“Buen señor, recién recibí una fenomenal reprimenda de mi esposa, tu cuñada. Me regañó tajantemente diciendo, ‘¡Tú pícaro! No vuelvas otra vez por aquí. ¿Cómo puedes pasar tanto tiempo en la casa de tu amigo, aceptando su caridad y todavía no lo has invitado a nuestra casa?’
Luego citó el siguiente verso de las escrituras,  
Para un borrachín, un ladrón;
Un mentiroso, o incluso el asesino de un brahmana,
Existen ritos de purificación.
Pero para un ingrato, no existe ninguno.”
Dientes Terribles continuó, “Por lo tanto, buen amigo, debo pedirte que vengas a mi casa hoy. Mi esposa dice que si no regreso contigo, entonces sólo la veré otra vez en el próximo mundo.”
“Ella ha hablado bien, señor. No obstante, tengo un problema. Soy un habitante del bosque, mientras que tú vives en las profundidades acuosas. ¿Cómo entonces puedo ir a tu casa? ¿Por qué no traes a tu esposa aquí? Entonces puedo postrarme a sus pies y tener sus bendiciones.”
Dientes Terribles tranquilizó a su amigo. “No hay ningún problema. Yo vivo en una playa arenosa justo cruzando esta bahía. Es como el paraíso. Allí crecen árboles que satisfacen los deseos, tal como lo hacen en el cielo. Puedo llevarte allí sobre mi espalda. No temas de nada.”
La cara del mono se partió en una enorme sonrisa. “Muy bien entonces. ¿Qué mas se puede decir? Me encantaría visitarte.”
Boca Roja entonces montó en la espalda del cocodrilo. Dientes Terribles nadó hacia el mar y comenzó a enfilar hacia su casa con gran rapidez.
Temblando de miedo, Boca Roja dijo, “¡Ey, ey, hermano, ve más despacio! Estoy empapado por las ondulantes olas y estoy aterrorizado de caer en las aguas.”
Dientes Terribles comenzó a reflexionar. “Este pobre tipo verdaderamente está bajo mi poder. No puede ir a ningún lado ni hacer nada. Podría igualmente decirle mis intenciones. Por lo menos puede decir algunas oraciones antes de morir.”
Pensando de esta forma, el cocodrilo dijo, “Tengo que hacer una terrible confesión. Mi amigo, con la invitación de mi esposa te estoy conduciendo a tu muerte. Lo siento. Por favor di tus oraciones a tu deidad preferida.”
Boca Roja casi se cae de la espalda del cocodrilo. Su mandíbula cayó y dijo horrorizado, “¿Por qué? Mi querido señor, ¿Qué he hecho para ofenderte a ti o a tu esposa?”
“No es eso. Mi esposa desea tener tu corazón, que ella siente que debe estar hecho de ambrosía debido a tu dieta constante de higos dulces. Ella insistió en esto y no me dejó otra alternativa.”
Boca Roja pensó rápidamente. ¿Cómo se había equivocado tanto? Si uno posa demasiada confianza incluso en un íntimo amigo, se enfrenta al peligro –ni qué decir si confía en un enemigo. ¿Por qué entonces puso su vida misma en las manos de Dientes Terribles? Pero quizás existiera una salida.
Calmándose a sí mismo y hablando firmemente, Boca Roja dijo, “¿Por qué no me contaste esto antes? Efectivamente poseo un corazón hecho de ambrosía, pero no está aquí conmigo. Es mi segundo corazón y lo guardo en un hueco de la higuera donde vivo. ¿Es que no sabías que los monos siempre guardan sus segundos corazones en los árboles?”
Dientes Terribles paró de nadar. “¡Amigo mío! Eso es excelente. Entonces no hay problema. Puedes simplemente darme el corazón y todo estará bien.”
“Como no. Solo llévame de regreso al árbol, buen señor. Tendré el corazón para ti en seguida.”
El cocodrilo giró en redondo y rápidamente fue de regreso hacia la playa donde crecía la higuera. Boca Roja se aferraba a su espalda, orando fervientemente a todos los dioses  en los que podía pensar. Cuando Dientes Terribles llegó a la costa, el mono saltó hacia abajo y corrió hacia su árbol. Trepando hasta la punta más alta, se sentó entre las ramas, suspirando profundamente de alivio. “Indudablemente, hoy he nacido de nuevo” dijo, agradeciendo a los dioses por su misericordia.
Después de unos pocos minutos, Dientes Terribles llamó, “¿Dónde estás, amigo mío? ¿Ya has encontrado el corazón? Tu cuñada está esperando, ansiosa por comerlo.”
Boca Roja lanzó una carcajada. “¿Bromeas? ¿Qué clase de tonto eres? ¿Quién diablos guarda su corazón fuera del cuerpo? ¡Lárgate de aquí, granuja! No quiero volver a verte.”
El cocodrilo bajó la cara. Se maldijo a sí mismo. ¿Por qué había sido tan tonto como para revelar sus intenciones al mono? Pero quizás podría ganar de vuelta su confianza. Nuevamente gritó a Boca Roja.
“Tienes razón. Solo estaba bromeando. Nunca esperé a que me dieras tu corazón. Por supuesto que sé que tal cosa es imposible. Solo quería probar tus sentimientos por mí. Baja de nuevo y te llevaré a mi casa. Seamos amigos y comamos juntos felizmente.”
“¿Oh sí? ¡Desgraciado mentiroso! Sé tras de qué andas ahora –mi corazón. Pero nunca lo tendrás. Ve a casa y déjame solo. Sin duda los Vedas dicen con razón,
¿A qué profundidades no se rebajaría un hombre hambriento?
¿Qué crimen no sería consumado por el desesperado?
Ya que los indigentes son realmente crueles,
Tal como el rey de las ranas lo supo demasiado tarde.”
“¿Oh, que rey de las ranas fue ese? Preguntó el cocodrilo y Boca Roja le contó la historia.