La Balanza del Comerciante


Había una vez un comerciante llamado Naduka quien había perdido todo su dinero. Habiendo sido muy rico anteriormente, decidió dejar su ciudad natal para probar cambiar su suerte, ya que es difícil enfrentar el deshonor en un lugar donde antes fue honrado. Naduka poseía una excelente balanza, hecha de mil pesas de hierro. Antes de partir, dejó esta balanza al cuidado de Laksman, Presidente del Gremio de Comerciantes.
Naduka viajó por largo tiempo, finalmente regresó a su ciudad natal y fue junto a Laksman diciéndole, “Amigo Laksman, ¿Puedo tener mi balanza de regreso? He regresado con mi fortuna muy aumentada y deseo continuar con mi negocio.”
Laksman replicó entonces, “Lo siento, amigo mío, pero lo balanza fue comida por las ratas.”
Naduka pensó que esto en verdad era muy sorprendente. “¿Cómo pueden comerse las ratas una balanza de hierro de mil pesas?” pensó. Riéndose para si mismo, Naduka dijo, “Debería haberme dado cuenta que esto ocurriría. El hierro, después de todo, es sabroso, suave y nutritivo. Oh, bueno, no es tu culpa.”
Mientras los dos hombres conversaban, el hijo de Laksman, Dhanadeva entró a la habitación. Viéndolo, Naduka dijo, “Querido Laksman, debo ir a mi casa ahora. Quizás puedas pedirle a tu hijo que me ayude con mis cosas.”
“Por supuesto” dijo Laksman y le indicó a Dhanadeva que vaya con Naduka. “Sirve bien a este hombre, hijo mí, él es como tu tío.”
Naduka agradeció a Laksman y pensó para sí mismo, “Este hombre sin duda se siente culpable por robar mi balanza, por eso está dispuesto a hacerme un favor. Cuan cierto es el verso Védico,
Raramente una buena acción
Es realizada por amabilidad solamente
Al contrario por miedo o por codicia
Son hechos la mayoría de los favores.
Naduka entonces condujo al hijo de Laksman hacia su casa, pero en el camino él dijo que primero necesitaba ir al río y tomar su baño. Cuando llegaron cerca del río, Naduka aferró al muchacho y lo empujó dentro de una cueva cerrando la entrada con un canto rodado. Luego regresó a la casa de Laksman.
“¿Dónde está mi hijo?” preguntó Laksman.
“Un halcón lo atacó y se lo llevó lejos” dijo Naduka.
“¡Cómo! Bribón, le has hecho algo.”
Laksman corrió fuera de su casa y fue al palacio, gritando, “¡Vengan rápido! Mi hijo fue secuestrado.”
Unos cuantos oficiales entonces fueron junto a Naduka y le preguntaron donde estaba el muchacho.
“Un pájaro se lo llevó”, replicó.
“Eso es absurdo,” dijeron los oficiales. “Dinos la verdad inmediatamente.”
Naduka sonrió. “Si las ratas pueden comerse una balanza de hierro de mil pesas, entonces ¿porqué no puede un halcón llevarse a un muchacho?”
Él les contó entonces todo lo que había ocurrido y los oficiales le dijeron a Laksman riendo, “Devuélvele su balanza, y él te devolverá a tu hijo.”
Moraleja: Un estafador no dirá nada
“Así es como los hombres viles dicen cualquier tipo de mentira para lograr sus fines” dijo Cuidadoso. Reprendió a su hermano por algún tiempo. “No fuiste capaz de tolerar el afecto de Melena-dorada hacia Retozón y por lo tanto tú creaste este problema. Es verdad cuando se dice que el tonto odia a un hombre sabio, el pobre odia al rico, los cobardes odian a los héroes, los miserables desprecian a los generosos, y los hombres degradados desprecian a los virtuosos.”
Cuidadoso se alejó de Astuto. “No debiera mezclarme tanto contigo, tu mala asociación destruye incluso al mejor de los hombres, tal como un fuego ardiente quema hasta el pasto verde que está entre la paja. Escucha la historia de los loros mellizos.”