El León y el Carpintero


Había una vez un carpintero en una ciudad lejana del sur. Cada día se dirigía al bosque para talar troncos de palo de rosa para su trabajo y llevaba consigo un almuerzo empaquetado, preparado con gran devoción por su esposa. En el mismo bosque vivía un león llamado Intrépido, quien tenía como sus ministros un chacal y un cuervo, que vivían de los restos de carne dejados por el león.
Un día mientras Intrépido estaba vagabundeando por el bosque se topó con el carpintero. Viendo al león ante él, lamiéndose los belfos y mirándolo fijamente, el carpintero sintió como si ya estuviera muerto. Pero de alguna forma conservó la calma y permaneció impasible frente a Intrépido, diciendo, “Buen día para usted noble señor. Es bueno que haya venido aquí. Por favor comparta el almuerzo conmigo. Es mi invitado.”
Sostuvo su lonchera hacia Intrépido, tratando de detener el temblor de su mano. El león estaba sorprendido por el cortés acercamiento y dijo, “Bien, señor, es muy amable al ofrecerme esta comida. Pero no puedo vivir de arroz y vegetales. Soy un comedor de carne. No obstante, debo admitir que me caes bien, entonces muéstrame qué mas tienes para comer.”
El carpintero entonces desempacó los diversos dulces y salados que su esposa había hecho con manteca, harina, azúcar, especias y otros sabrosos ingredientes. Complacido por estas deliciosas ofrendas, Intrépido dijo, “Buen señor, te garantizo mi protección. Puedes vagar libremente en este bosque sin temor.”
El aliviado carpintero dijo, “Gracias. Por favor continuemos encontrándonos. Traeré más comida. Pero te pido una sola cosa, ven siempre solo.”
Intrépido aceptó felizmente y comenzó a venir cada día en el mismo lugar del bosque para encontrarse con el carpintero. Pasaban mucho tiempo juntos, intercambiando relatos y disfrutando la magnífica comida traída por el carpintero. El león estaba tan satisfecho por esta comida que pronto dejó de cazar completamente.
Viendo esto, el chacal y el cuervo comenzaron a preocuparse. Después de algunos días de no recibir ninguna comida del león, le dijeron, “Su majestad, ¿Dónde vas todos los días, y como es que nunca matas animales para comer?”
“Oh, no voy a ningún lado en especial” dijo Intrépido. “Y es solo que últimamente no he encontrado ningún animal.”
Pero los dos parásitos continuaron presionando al león para que les diga donde iba. Al final él dijo, “Muy bien, para que lo sepan, he hallado un amigo humano. Me alimenta todo los días con selectos platos, por lo tanto no tengo necesidad de cazar.”
“¿Un humano dices?” dijo el cuervo. “¿Entonces por qué no lo matas? Nosotros podemos darnos un banquete con su carne y ponernos muy felices por ella.”
“¡No digas eso!” dijo Intrépido. “Le he garantizado seguridad y no lo mataré de ninguna manera. Pero les propongo algo, vengan conmigo mañana y les conseguiré algunos sabrosos bocados.”
El cuervo y el chacal aceptaron y al día siguiente partieron con el león para ver al carpintero. Pero cuando él vio a los tres acercándose de inmediato se subió a un alto árbol y se escondió entre las ramas.
“¿Qué estás haciendo?” gritó Intrépido. “¿No me reconoces? Soy tu amigo Intrépido.”
“Seguro que sí, buen señor. Pero viendo a esos truhanes con escorbuto a tu lado me lleno de temor. Sin duda augurarán el fin de nuestra amistad este mismo día. Por eso he subido a este árbol.”
Moraleja: Evita el mal consejo
Retozón suspiró al finalizar su relato. “Así es que un rey con consejeros de clase baja debería ser temido por todos” dijo. “¿Pero que puede hacerse ahora? Creo que mi única maldición es tomar una posición. Sí, enfrentaré a Melena dorada en justa lucha. Esa es la única cosa honorable para hacer.”
Retozón se paró y se levantó en toda su altura. Sosteniendo su cabeza en alto, dijo, “Pienso que la batalla es la mejor maldición para mí ahora. ¿Por qué tendría que acobardarme y huir? Aquellos que se mantienen firmes y enfrentan a sus enemigos alcanzan regiones más elevadas de felicidad, incluso si son vencidos.”
Astuto comenzó a preocuparse. ¿Y si Retozón vencía a Melena dorada? Observó al inmenso y poderoso toro. Sus largos cuernos parecían muy afilados. Era muy posible que corneara a Melena dorada hasta la muerte. ¿Cómo entonces él, Astuto, conseguiría comida alguna vez?
Abriendo bien grande los ojos, Astuto dijo a Retozón, “Mi amigo, no pienso que sea sabia esta agresiva postura. No has medido completamente la fuerza de Melena dorada. Aquel que declara la guerra bajo tales circunstancias se pone en extremo peligro. Un gorrión pudo vencer incluso al océano de esta forma. Escucha de mí como sucedió.”
El Océano y el Gorrión
Había una vez un gorrión que vivía a la orilla del mar llamado Pies Estirados y su esposa, Devota. Un día, Devota se acercó a su esposo y dijo, “Mi señor, estoy a punto de poner mis huevos. Por favor encuentra algún sitio adecuado donde pueda dejarlos.”
“¿Por qué, qué hay de malo con esta playa de arena?” preguntó Pies Estirados. “Pon tus huevos aquí.”
“¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Es que no ves el vasto y rugiente océano, hogar de enormes seres acuáticos? Sus olas de crestas espumadas a veces llegan muy lejos tierra adentro. Mis huevos serán arrastrados por el agua.”
“¿Cómo ocurrirá eso mientras yo estoy aquí parado?” preguntó Pies Estirados con una risa sarcástica. “El océano no es rival para mí. Jamás osará llevarse tus huevos.”
“¡Ja ja! Muy gracioso realmente. Grandes palabras, ¿pero que harás cuando el océano lo inunde todo? ¿Es que no has notado que eres solo un diminuto pájaro? Sería realmente un milagro si contuvieras al océano, tal como una liebre evacuando bosta de elefante.”
Pies Estirados agitó sus alas y levantó la cabeza. “Ya veremos.”
“Sí, lo haremos” contestó Devota. “Los Vedas dicen que es sabia la persona que puede medir su propia fuerza. Tal persona nunca es derrotada. Aún más, aquel que ignora el consejo de amigos y bien querientes es rápidamente destruido, exactamente como Cuello de Caparazón, la tortuga.”
“¿Cómo ocurrió eso?” preguntó Pies Estirados y su esposa relató la historia.