El Alfarero ‘Heroico’


Había una vez un alfarero cuyos padres eran grandes amantes del Mahabharata. A su hijo lo llamaron Yudhisthira, como el héroe del clásico épico. Sin embargo, el muchacho no creció con las mismas cualidades como el poderoso rey guerrero del Mahabharata  pues era propenso al licor. Un día, al regresar borracho a su casa, se tropezó y cayó en el patio. Su cabeza se estrelló contra algunas vasijas y se cortó profundamente. La herida tardó largo tiempo en sanar y dejó una larga cicatriz a lo largo de su frente.
En el transcurso del tiempo, una gran hambruna golpeó la región donde vivía. Fue reducido a vagar a tierras distantes para encontrar trabajo y comida. Aquejado por el hambre, se encontró con un pueblo donde se las arregló para hallar trabajo como guardia de palacio.
Un día el rey lo vio de casualidad, notando la cicatriz pensó que el alfarero debía ser un bravo guerrero que había sido herido en la batalla. “Que gran héroe debe ser este hombre” dijo a sus ministros. “Averigüen su nombre.”
Enterándose que se llamaba Yudhisthira, el rey estuvo seguro que debía ser un poderoso guerrero. “Ha recibido un golpe justo en su frente, sin duda al avanzar en la batalla” le dijo a su ministro. “Denle un lugar en el ejército y trátenlo con todos los honores.”
Desde ese día, al alfarero se le dio todo tipo de privilegios. Se le otorgó los mejores alojamientos, opulentas comidas, ropas y los mejores regalos.  Fue altamente honrado que hasta los príncipes del palacio estaban envidiosos de él.
Un día en un festival público el rey dispuso una revista militar. Hizo que todos sus soldados se pusieran sus uniformes y que decoraran opulentamente a sus caballos y elefantes. Al pasar por las filas de los soldados, se detuvo ante el alfarero y dijo “Dime, Yudhisthira, ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?”
El alfarero que había estado disfrutando su inmerecido estatus  de héroe, pensó que no sería sabio mentirle directamente al rey. Con las manos juntas dijo, “Su Majestad, de hecho no soy un guerrero en absoluto. Soy un alfarero y me corté la cabeza con un fragmento de vasija rota.”
“¡Qué!” exclamó el rey. Giró hacia su comandante. “Saca a este hombre de las filas enseguida. Me ha engañado terriblemente, aceptando el honor que no se merecía en lo absoluto.”
Por orden del rey, al alfarero se le dio una buena tunda y se le dijo que continúe con su camino. Pero al marcharse, le dijo al rey, “No es justo que me trates así, antes de siquiera ser probado en la batalla.”
El rey sonrió. “No señor, pienso que no. Cualquier buena cualidad que puedas tener, no creo que el heroísmo en la batalla sea una de ellas. Déjame contarte la historia del chacal criado por leones.”
“Por favor hazlo” dijo el alfarero y el rey relató la historia.