El Codicioso Cazador de Tesoros

Había una vez cuatros amigos brahmanas quienes cayeron en duros momentos y se volvieron desesperadamente pobres. Por más que trataban, no podían obtener riqueza alguna. Después de discutir por un tiempo entre ellos, finalmente decidieron ir al extranjero en busca de fortuna. Dejando a sus familias, partieron hacia un distante país.
Después que hubieron viajado por muchos días, llegaron a un monasterio donde se encontraron con un viejo asceta. Él los saludó con las palmas juntas. “¿Hacia donde se dirigen, buenos señores?”
“ Oh hombre santo, estamos buscando riquezas” contestaron.
“Quizás yo pueda ayudarlos. Poseo poderes místicos y viendo que el destino los ha traído a mí, pienso que debería hacer cualquier cosa por el bien de ustedes.”
El asceta elaboró cuatro velas y pasó su mano sobre cada una de ellas, haciendo que se encendieran. Entregó una a cada uno de los viajeros y dijo, “Estas velas continuarán ardiendo incluso en el viento y en la lluvia. Pero en algún momento se apagarán; apenas lo hagan, deben detenerse y cavar en el mismo lugar. Allí encontrarán la riqueza que buscan.
Muy complacidos, los cuatro amigos continuaron su camino, cada uno sosteniendo una vela. Después de otro día de marcha, la primera vela se apagó y se detuvieron inmediatamente y cavaron ansiosamente en la tierra. Encontrando una enorme cantidad de cobre, el amigo cuya vela se había apagado dijo, “Esto me vendrá bien.”
Juntó la mayor cantidad posible de cobre y lo envolvió en su tela. “Ahora regresaré para ver a qué precio los vendo” dijo. “Por qué no toman algo ustedes mismos y vienen conmigo.”
“Haz como quieras” contestaron sus amigos. “Continuaremos para ver que más encontramos. Este cobre apenas hará mella en nuestra pobreza.”
El brahmana con el cobre regresó y sus tres amigos partieron de nuevo. Después de otro día, la segunda vela se apagó. De nueva cavaron y pronto encontraron mucha plata. “Esto es maravilloso” dijo el segundo hombre cuya vela se había extinguido. “Me quedo con esto.”
Él también llenó su tela con plata, pero sus dos amigos dijeron, “Primero cobre, ahora plata. Obviamente debe haber más adelante incluso una mayor fortuna. Debemos continuar.”
El brahmana con la plata entonces regresó y los otros dos continuaron. Después de otro día, la tercera vela se apagó. Cavando otra vez, se encontraron con oro. El tercer brahmana llamado Buscador de Oro, estaba más que feliz con esto y llenó su bolso con una fortuna en oro. Pero el cuarto brahmana dijo, “Creo que después de éste encontraré algo incluso más valioso, tal como diamantes y perlas. ¿Por qué llevar de vuelta este pesado oro?”
“No estoy seguro” contestó Buscador de Oro. ¿Por qué no tomas algo de este oro? Hay más que suficiente para los dos. Nunca es prudente dejar lo seguro por lo inseguro. ¿Quién sabe lo que haya más adelante?”
Pero su amigo no lo escuchaba. “No, yo seguiré. Estoy seguro que hay una fortuna incluso mayor más adelante.”
Buscador de Oro no estaba convencido. “Está bien, si debes ir, entonces ve. Yo esperaré aquí. Si encuentras cualquier otra cosa, puedes hacérmelo saber cuando regreses.”
El último brahmana, que se llamaba Porta Rueda, continuó su camino. Abrasado por el sol de verano y casi muriendo de sed, caminó todo un día más. Se perdió y caminaba en círculos, mareado por el calor. Casi a punto de colapsar, fue tambaleándose hasta encontrarse con un hombre que estaba parado inmóvil con una enorme rueda de madera girando sobre su cabeza. Esta rueda estaba lastimando la cabeza del hombre y estaba cubierto de sangre.
El brahmana corrió hacia el hombre. “¿Quién eres señor? ¿Por qué te paras aquí con esta rueda sobre tu cabeza? Y podrías decirme ¿dónde puedo encontrar agua?”
Apenas dijo esto, la rueda dejó la cabeza del hombre y se posó en la suya. Sintiendo un gran dolor y viendo que no podía moverse, Porta Rueda le dijo al hombre, “¿Qué está sucediendo aquí?”
El hombre contestó, “Señor, esta rueda llegó a mi cabeza exactamente de la misma forma.”
“Dime entonces, ¿Cuándo me dejará?”
“Solo cuando otro hombre como tú mismo venga hacia acá sosteniendo una vela mágica como la tuya. Entonces serás liberado, ya que la rueda entonces irá hacia él.”
Porta Rueda preguntó, “¿Cuánto tiempo estuviste aquí?”
“Llegué aquí cuando Rama era el monarca. Sosteniendo una vela mágica, vine buscando riquezas, yo también encontré un hombre con esta rueda sobre su cabeza. Luego vino sobre mí.”
Porta Rueda estaba horrorizado. Rama había sido el soberano hacía miles de años. “¿Cómo has vivido?” preguntó.
Este es el límite de la tierra del Señor Kuvera, el dios de los ricos. Él ha puesto esta trampa para impedir que cualquier mortal con poderes mágicos se apodere de su tesoro. Pero en su tierra celestial no sentirás hambre o sed, ni envejecerás o morirás. Simplemente sufrirás el dolor de esa rueda. Ahora, permíteme marchar, buen señor. Tú me has liberado de la más espantosa tortura.”

Moraleja: La codicia termina en dolor
El hombre luego se marchó, dejando al brahmana gritando de dolor. Mientras tanto, Buscador de Oro empezó a preguntarse donde estaba su amigo. Decidió seguirlo y eventualmente llegó al lugar donde estaba parado con la rueda girando sobre su cabeza.
“¡Mi Dios! ¿Qué diablos te sucedió?”
“Mi querido amigo, he sido vencido por el cruel destino. ¿No puedes verlo?”
Porta Rueda le contó a Buscador de Oro como había sido atrapado y Buscador de Oro contestó, “Has cosechado el fruto de tus propios actos. Dejaste que la codicia te venciera y ahora mira. No importa cuán erudito pueda ser un hombre, si carece de buen sentido, sufrirá. Déjame contarte la historia de los cuatro eruditos.”